31/10/18

¿Cómo medir "la intensidad" de las palabras?


Solía hacerme bastante gracia cuando alguna agencia de publicidad contrataba para nuestros medios online posts o reportajes patrocinados y mi jefe, cuando no podía "encasquetárselo" a nadie más -sabía muy bien que yo odiaba hacerlo- me lo encargaba a mí. Se volvió algo tan vital que hasta llegué a ponerle una opción a mi editor de posts con la cual puedes saber la cantidad de palabras escritas. En algunos CMS ("gestores de contenidos", por fortuna en Blogger aún no) como Wordpress, te dicen nativamente, en su propio editor, las palabras que llevas escritas, lo que demuestra la gran importancia que aún hoy tiene.

Lo que yo solía hacer era redactar el artículo o reportaje de la forma "habitual", formando un esqueleto con lo principal y más básico o importante, y luego ir "rellenando" párrafos (o entrepárrafos) con "texto suelto", lo que todos conocemos coloquialmente como "meter paja".




Popularmente -no sé por qué razón- se tiene la idea de que un texto largo es mejor, tiene más calidad, sentido y profundidad, que uno corto. Pero eso por supuesto es muy relativo. Porque ciertamente se puede medir la cantidad de palabras, ahora bien: ¿cómo medir su intensidad? ¿Cómo hacer ver que un poema de cuatro versos de Bécquer o de Santa Teresa de Jesús, puede tener más intensidad y calar más hondo que toda la poesía de un dramadurgo que ocupe diez volúmenes? Esto parece costar mucho de hacer entender, no solo a las agencias que contratan este tipo de servicios, sino a los editores de publicaciones webs y al público en general.

Quizá si fuésemos a la esencia y raíces del por qué de todo esto lo comprenderíamos todos mucho mejor. La cantidad de palabras es importante -y procede, principalmente- en la prensa escrita. Me refiero con esto a "la antigua" prensa en papel. Ahí la maquetación es vital, no puedes poner fotos ocupando huecos sin más, y quien compra un periódico o revista (a no ser que sea una temática principalmente visual, la moda o los autos) lo hace porque quiere leer contenidos. O sea: quiere "letras".


Pero el espacio en un periódico es finito, y las secciones más o menos fijas tienen que tener reservado su hueco, mientras que los reportajes principales suelen tener un número de páginas determinadas, y no pueden salirse de ahí (ni quedarse cortos tampoco). En fin, que no os aburro con esto: el tema es que como todo tiene que encajar perfectamente, y son muchas piezas a encajar, cada sección tiene que ocupar un espacio, y es aquí donde entran la cantidad de palabras. Si tú tienes una columna en una página habitual de un semanario dominical, no puedes llenar la mitad y dejar ese espacio "sin nada" un día, y a la semana siguiente escribir el doble y tener que pasar el texto a la otra página invadiendo "su" espacio, donde puede haber un anuncio a toda página o un reportaje. Así que es importante ceñirse estrictamente a esa cantidad de palabras, y no salirse de ahí (ni quedarse corto).

Luego entramos en aquellos casos donde al periodista/autor/reportero/colaborador/anunciante se le cobra o se le paga por palabras. Si nos pasamos de palabras, el editor no querrá pagarnos de más, y si nos quedamos cortos, el autor no querrá cobrar menos de lo especificado.


Con todo esto es fácil entender por qué "la cantidad" de palabras, independientemente de su calidad y de que sean "paja" o no, son tan importantes en el mundo periodístico.

Pero internet es otra cosa. En la web, en los blogs como éste, dentro de unos límites obviamente, importa bastante poco la cantidad o extensión de lo que escribas. Puede que algunos profesores de periodismo sientan deseos de matarme por esto que estoy diciendo, pero el contar palabras en un medio como Internet es totalmente absurdo. Por eso creo que es este medio una genial oportunidad para evitar a nuestros lectores la tediosa lectura de palabras sin sentido ("paja"), y hacerles ver lo bien que escribimos, o sea: la intensidad de las palabras, algo mucho más valioso que su cantidad.


Claro que tras tantos años con este paradigma, es muy difícil ahora cambiar. Sobre todo para aquellos escritores/periodistas/reporteros que han pasado toda su vida "midiendo" o contando sus palabras. Al final es una costumbre en la cual ya casi mentalmente te dices: "tantos párrafos, tantas palabras, llego a estas y cierro", poniéndole límites al propio ingenio. Y es que también los hay con la habilidad suficiente como para, ciñéndose a unos límites y sin pasarse, o sin llegar a ellos, resumir bien todo lo que tienen que decir o desean transmitir. Pero en fin, que la habilidad como escritor o redactor de contenidos se puede ver bastante mermada por ese tipo de artificios, sobre todo cuando tratamos temas muy interesantes, o en el otro caso: temas que no dan mucho más de sí y nos vemos obligarlos a extenderlos con "artimañas" diversas (hay muchas, tampoco es momento de describirlas aquí, para no hacer esto demasiado extenso, precisamente).

El caso de los libros es otro claro ejemplo. Para mucha gente un libro "muy gordo" es sinónimo de calidad, cuando más bien lo que suele ocurrir es que tenga más probabilidades de ser una auténtica tortura leerlo y se convierta en soporífero y tedioso. Una gran cantidad de novelas de ese tipo, a mitad de la trama han enredado tantos temas y colocado tantos detalles o elementos (como nombres y apellidos de personas), que uno no sabe qué esta leyendo o cómo transcurre la historia principal. Llega al final sin recordar siquiera el principio. Por eso es que muchas personas que los compran la mayoría de las veces no los leen. Solo los adquieren por el autor que firme la portada, nada más.


Opino que un buen libro no debe tener más de doscientas páginas, ciento y poco sería lo ideal en una edición de bolsillo, y entre sesenta o noventa para un relato corto. No porque esto esté estandarizado de esta forma (ya sabéis que todas estas cosas tienen su normalización o extensión pre-establecida), sino porque te permite dos cosas: por un lado, si la historia es buena, disfrutarla intensamente. Si es mala, no arrepentirte de haber perdido varios días leyéndola y, sobre todo, poder acabarla sin cansarte. Puede que solo sea "regular", en cuyo caso el autor te habrá hecho un favor ahorrándote toda la "basura" en forma de "paja para hacer bulto" que, de haber sido de varios cientos de páginas, con mucha probabilidad tendría que haber metido.

Porque no olvidemos tampoco que, como os contaba al principio, un gran número de páginas no son imprescindibles para una buena novela: ni mucho menos. Cuando un autor empieza a ser famoso, o en su primer libro (o primeros, o siguientes, depende) llega a vender determinados ejemplares, por contrato las editoriales suelen "atarles" exigiéndoles que al año siguiente han de escribir otro libro de un determinado número de páginas. Solo unos pocos autores privilegiados y famosos pueden salir de esto, y aún en esos casos, no pueden ir a su editorial y presentarles un manuscrito de cien páginas, por mucho "perezreverte" que uno se llame, por la simple razón de que la editorial tiene que llevarse a su bolsillo un determinado porcentaje de las ganancias por ventas. No pueden poner un libro de cien hojas al mismo precio que uno de seiscientas (por poder pueden, claro, pero me refiero a que mucha gente no pagaría eso por un libro menos"gordo", y en cualquier caso el papel y la impresión tienen un coste, que no es bajo).


Así que al final el lector acaba perdiendo el tiempo leyendo palabras puestas ahí de relleno. Aunque dependiendo de la habilidad del autor, claro está, ese "relleno" puede ser mejor o peor. Pero es eso: relleno, para cumplir una cantidad de palabras o de páginas que tienen que poner, y que en un gran número de casos, sobran.

Por eso la cantidad de texto no lleva implícita la intensidad, y un buen libro, relato o reportaje, no se hace con muchas o con pocas palabras: se consigue con intensidad. La extensión es secundario.

| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Muy interesantes las capturas de pantalla que expones. Las editoriales tienen estudios que determinan que las novelas que más se venden son aquellas que tienen al menos 90.000 palabras. Mucha gente cuando compra un libro se guía por su extensión.

    Siempre he pensado que se compran muchos libros que no se leen, y se leen muchos otros que no se han comprado.

    Como decía Asimov, el cuento es el formato más difícil, en él lo que prima es una buena idea, algo que hoy en día está en crisis y no abunda. Un autor, para poder vivir suponiendo que fuera posible, tendría que escribir al menos 10 cuentos al mes. En cambio le valdría con una novela al año.

    Se premia la paja, y no tanto la idea.

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    1. Cierto, diez cuentos o una novela, por eso a veces lo mejor es juntar cuentos, y formas "la novela" :D Por desgracia ese tipo de cosas en España no se suelen hacer, aunque en otros países (Estados Unidos) son muy habituales, y triunfan. Supongo que en España se quiere presumir de que se lee, pero en realidad se lee muy poco.

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